Estuve llena de dolores físicos y no tanto y no se fueron.
Ojala fuese tan simple como tomarse una pastilla y esperar.
Pastilla y esperar.
Odio las pastillas.
Odio esperar.
La gente me dice que soy muy paciente. Y no. Soy un manojo de nervios bien oculto. Una trastornada con poker face. No es muy difícil fingir.
Y dadas las circunstancias, en mi relación actual muchas cosas implican esperar. Esperar para conseguir un laburo estable, esperar que la conexión no se corte, esperar para ver cómo se dan las cosas, esperar que el otro no se canse de uno, esperar seguir generándole cosas lindas a mi pareja, esperar no dejar de gustarle, esperar para vernos, esperar para sentirnos, esperar para tocarnos, esperar para olernos, esperar para escucharnos, esperar para saborearnos.
Vale la pena esperar. Lo digo después de un par de meses de relación.
Por él vale la pena todo.
Pero hoy pienso en todas las cosas lindas que me esperan cuando finalmente podamos encontrarnos, y no hago más que llorar. Si bien mis hormonas están haciendo una fiesta a la cual no fui invitada, y soy plenamente consciente de eso, no puedo parar de llorar.
Veo una foto suya y lloro. Me dice que me ama y lloro. Pienso en las ganas que tengo de estar con él tirados haciendo nada y mirándonos con cara de estúpidos pero felices, y lloro. Me dice que no hay mujer más linda que yo (y en esto es especialmente detallista, creo que le debo gustar), y lloro. Recuerdo la tarde tomando el helado que me compró y viendo Sherlock, y lloro.
Necesito en este momento escuchar su voz, sentir el aroma que emana esa piel blanca y hermosa que tiene, acariciarle la espalda, darle besos en el cuello, verlo sonreír, DIOS, ¡AMO VERLO SONREÍR!
Amo ver su carita de felicidad cuando me espera en la terminal, amo ver su cara expectante cuando comienza a acortarse la distancia entre los dos, amo sentir ese abrazo desesperado que me destroza y me desarma pero que es la prueba de que es real, de que existe, de que es perfecto y es para mi, amo el beso que viene después, que me hace sentir escalofríos, que me da electricidad, que me devuelve a la vida. Lo veo y vuelvo a vivir.
No sé en qué momento pasó. No sé en qué momento "VIVIR", así, con mayúsculas, en plenitud, no sé en qué momento pasó a ser ese abrazo y ese beso de reencuentro.
Pero mi vida gira en torno a esos momentos.
Se ruborizan los imperios de la soledad.
Somos hechizo de la luna hacia la eternidad.
Vos, golondrina de ensueño, y yo, tu mirlo cantante.